A veces, Elisa no puede dormir. Linterna en mano, se
encuentra con su amigo Estebaldo, y su frasquito lleno de luciérnagas, para
salir a recorrer Duermevela. Un lugar en penumbra somnolienta, lleno de
escondrijos y misterios, que abre la mirada a las estrellas y da la bienvenida
al bostezo.
Hay libros que se agradecen. El susurro de una narración
que introduce, con suavidad, un despliegue de imágenes expresivas y juguetonas,
en las cuales se reconoce la impronta de un ilustrador que consolida, obra tras
obra, su propia voz. Un relato pleno de guiños, personajes entrañables y una
complicidad tan honesta que conmueve, sin estridencias. Se reconoce
especialmente el cuidado de la edición que ofrece un libro exquisito, para leer
solos o acompañados, mientras nos visita el sueño.